lunes, mayo 18, 2009

Los que se quieren mucho y no tanto

V.V.A.A. Nosotros que nos queremos tanto. Ediciones El Billar de Lucrecia, México, 2008. 283 pp.

El proyecto llamado El Billar de Lucrecia, delimitado desde su planteamiento (un libro por cada bola), se está encargando de establecer un panorama inmediato de la poesía actual en América Latina. Fotografía parcial, movida como cualquier rastreo actual, pero lo suficientemente provocativa para dar a conocer en México a autores como Damaris Calderón, Germàn Carrasco o Virgina Texeira, por nombrar algunos. Se rumoraba que sería la negra, la 8, la que se mete (publica) al último, la que ahora nos ocupa: Bola 11: Nosotros que nos queremos tanto. Poesía contemporánea de México. Ante una avalancha de antologías de poesía que prometen ser la definitiva, esta se presenta juguetona al presumir arbitrariedad desde el título. En su ensamblaje se hizo gala del ingenio para esquivar aparatos críticos o al chivo expiatorio en que ha devenido el papel del antologador: el equipo editorial, incluyéndose en la selección, invita a otro más, al que quiere tanto, y en el azar de los criterios queda la muestra. Si bien no abarca todas las estéticas, grupos o posturas de la actual creación nacional (y la intención obviamente nunca fue esa), sí resulta bastante variada, lo necesario para iniciar el debate. La obra lúdica de José Eugenio Sánchez con la intuitiva de Monica Nepote, Amaranta Caballero con Rocío Ceròn, por sólo sugerir contrastes.

Marcelo Pellegrini, en el prólogo, dice que este libro está “de antología” refiriéndose a sus bondades, sin embargo, y tal vez ahí su punto flaco, también “de antología” es la selección que cada autor decidió de su obra. Porque mientras Ernesto Lumbreras nos entrega poemas inéditos pertenecientes a una sola serie, por cierto perturbantes “¿Quién está vivo en esta realidad de alegrías rápidas?”, otros nos entregan textos de varios de sus libros que no forzosamente mantienen la misma propuesta estética. De manera que más que dar cuenta del autor, la dan de su evolución. Amén que varios de esos textos ya han aparecido en más de una antología. Por supuesto, la obra toda representa al autor en menor o mayor grado, pero dar cuenta de ellos de esta forma los hace un tanto difusos, sobre todo para quien no tenga noticia de ellos.

Pero si se lee como una antología de poesía en vez de una reunión de poetas, si uno deja de ser juicioso ante este libro que se declara “chido y guadalupano”, definitivamente estamos ante un libro lleno de aciertos. De principio la reunión de autores que, azarosamente o no, muestran búsquedas, varias, y con muy buenos resultados. Baste por ejemplo “Villancicos del Santo niño de las quemaduras”, de Luis Felipe Fabre, donde se retoma un acto de “justicia” (la quema de un indio que quemó a un niño dios de madera por tener que yacer con su esposa y no con el hombre con el que mantenía relaciones) referida en una carta de 1658; Rodrigo Castillo, encontrando lo humano entre lo sórdido “hubo putas gordas encima suyo/ chapándole el esqueleto/ mordiendo su cuello/ apretando la base de su pene como aprieta el mundo”; Julián Herbert, renovando y retomando la tradición “Nunca te enamores de 1 kilo/ de carne molida./ Nunca te enamores de la mesa puesta,/ de las viandas, de los vasos/ que ella besaba con boca de insistente/ mandarina helada, en polvo:/ instantánea.”; Minerva Reynosa, elegante y contundente “es el antojo de no ser en ella/ o yo de ella/ la vida simple/ la única vida/ en la ciudad de la mentira/ con la broma vital/ estoy insana/ madre:/ jale la pistola”. Parte de este proyecto editorial es establecer un diálogo con Latinoamérica. Si esta es la cara que va a representar a la poesía actual del país, entonces se presenta chida, guadalupana, muy con la frente en alto.

en Laberinto, de Milenio Diario